lunes, 7 de mayo de 2018

Fiesta del cine: En Parla nada que celebrar otro año más


Los vecinos de Parla no estamos solos en nuestra orfandad cinematográfica: 17,7 millones de españoles, más de un tercio de la población, viven en una localidad donde no hay cines fijos, según un informe de AIMC (Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación)

La estadística se refiere en su aplastante mayoría a los municipios de menos de 50.000 habitantes. 

Hay, sin embargo, excepciones además de Parla: Móstoles (206.589 habitantes), Algeciras (121.133), Santa Coloma de Gramanet (117.597) o Avilés (79.514).

La XIV Fiesta del Cine, que desde hoy lunes reduce los precios a 2,90 euros durante tres días, no nos supone ninguna celebración a los parleños.

Cualquier ciudad tan grande debería tener un cine, pero años de crisis económica y de espectadores, cambio de hábitos de ocio, la entrada de la alta tecnología audiovisual en los hogares, han barrido en dirección contraria y la tendencia parece irreversible. 

Centenares de salas han desaparecido por toda España, mientras miles de españoles descubrían un nuevo requisito obligatorio para acceder al séptimo arte: el coche. Desde Parla hay que conducir al menos 15-30 minutos hasta los cines de Nassica (Getafe) o Parquesur (Leganés), que son los más cercanos.

En Parla o coges el coche o no vas al cine. El autobús deviene en locura. 

El nuevo siglo ha traído un radical cambio de hábitos de ocio audiovisual


La burbuja inmobiliaria multiplicó los centros comerciales, todos con cines debajo del brazo, y esos complejos acabaron con las salas pequeñas. 

No es el caso de Parla, que pese a duplicar su población en los últimos 12 años, continúa teniendo el mismo centro comercial que hace 25 años, no ha evolucionado y ya está obsoleto, pequeño y viejuno. 

Y sin previsiones ni de que lo amplíen ni de que construyan uno nuevo en Parla, con lo cual, al igual que en el caso de acudir a un cine, los parleños tienen dos alternativas: o cogen el coche o cogen el coche.

Las cifras reflejan aquel tsunami. Hace dos décadas, flotaba por España un archipiélago de salas pequeñas (de una a cuatro pantallas): en 1998, así eran ocho de cada 10. Los cines colosales, con 10 o más pantallas, representaban el 2,5%. Hoy en día, casi la mitad (44,8%) de las salas cuenta con al menos cinco; el minúsculo cine de barrio se está quedando aplastado entre los gigantes de los centros comerciales. De paso, las programaciones más cuidadas dejan espacio a la invasión de los taquillazos. 

Si Parla añora con una nostalgia cada vez más olvidada la ausencia de salas, hay provincias como Cuenca o Segovia donde apenas queda un puñado. Y cinéfilos de decenas de capitales lamentan una oferta que rara vez va más allá de los títulos de Hollywood. 

La versión original apenas atrae a un 1% de los espectadores. Los oasis se limitan a Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla y Valencia.

Que haya ocho salas y todas proyecten películas comerciales es descorazonador. Los cines de los centros comerciales son clónicos unos de otros. Igual, si es lo que hay, tampoco supone una pena tan grande que algunas desaparezcan.


Los hábitos han cambiado para siempre y hay que adaptarse a los nuevos usos, 

costumbres y preferencias de la gente, que en materia de cine, cada vez pasan 

más por ver una película en las grandes pantallas planas de sus casas con las 

plataformas de cine y las operadoras de internet con su infinidad de canales y 

televisiones a la carta que van forjando el nuevo modelo de ocio doméstico 

audiovisual.

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